No suelo escribir sobre vinos, básicamente porque no entiendo lo suficiente. Pero, hoy no puedo resistirme. Acabo de abrir una botella de Orzada Carmenère 2011 de la bodega Odfjell de Chile. Algo ha cambiado.

Para los que no sienten pasión por la náutica, orzar es el rumbo a vela más sorprendente. La nave avanza casi aproada al viento. Perdón, aproar significa orientar la proa hacia algún sitio, en este caso, al viento; proa es la parte delantera de una embarcación. Y, ya que estamos, viento en náutica es aire en movimiento. Como puedes ver, los Odfjell han elegido un nombre lleno de significado para esa botella. Aunque parezca imposible, se puede navegar contra el viento con la ayuda del viento.

Hasta el momento, mi experiencia con los caldos chilenos no ha sido satisfactoria. Dicho así en un blog exigente como pretende ser Manitas de Cerdo parece poco respetuoso y lo es. No puedo ni debo generalizar, aunque cierto es que ninguno me había entusiasmado.

Hoy, sin embargo, la degustación me ha producido un giro de ciento ochenta grados. La botella de Orzada Carmenère ha llegado a mis manos gracias a la generosidad de una compañera del sector, hace algún tiempo una excelente comercial de televisión y obligada ahora a la emigración como tantos de mi profesión. No sé qué le dije en su primera visita a nuestra agencia, pero me acaba de regalar un Orzada Carmenère del 2011. La botella ha recorrido más de once mil kilómetros en una maleta para ser descorchada hoy en un pequeño pueblo de Girona.

De sabor intenso y elaborado con una uva para mí hasta ahora desconocida, la Carmenère, una variedad al parecer de Burdeos muy coloreada que se aprecia fácilmente en la copa, los Odfjell han modificado mi opinión sobre los vinos chilenos. ¡Ya estoy generalizando otra vez!

En publicidad sabemos que la mejor forma de crear una actitud favorable es precisamente a través de la experiencia. Justo lo que acaba de pasarme y no lo digo por el trece por ciento de alcohol del Orzada Carmenère.

Intenso, equilibrado, seco y maduro, el Orzada Carmenère es un vino memorable como reza su etiqueta, aunque imposible de encontrar en nuestros comercios. Gracias Rosa por tan inesperado regalo. Si os sale lo hablado, no te librarás de enviarme media docena. No me importaría tampoco redescubrir el viejo camino a Valparaíso e ir a recogerlas en persona.

Era imposible que un país tan emprendedor e inquieto como Chile no fuera a producir vinos altamente competitivos. Los europeos tenemos una insana manía de mirarnos el ombligo y yo de generalizar sin conocimiento suficiente.

Si lo encuentras, cómpralo.