La disrupción de Fran


Me abrieron la puerta y entré por el lado derecho. Era un coche nuevo. Sentado en el asiento del copiloto, me puse el cinturón y arrancamos. Por unos segundos quedé clavado al respaldo. No pude mover ni la cabeza. La aceleración era aturdidora. Estaba sentado en un Tesla de 400 caballos.

Photo by Ben Sweet on Unsplash

Apenas se oían ruidos del exterior. Solo un leve silbido de los dos motores eléctricos que empujaban con una fuerza brutal aquella masa. Una tableta gigante en medio del salpicadero mostraba visual y acústicamente constantes alertas. ¡Motos por la izquierda! ¡Coches por la derecha! ¡Semáforo en rojo!

Nos detuvimos. ¿Quieres conducirlo? -me preguntó Fran. ¿Yo? -respondí como si nunca hubiera tocado un volante. Fran salió por la puerta. Miré a mi derecha intentando salir del coche. No pude. Desde el exterior me señaló un botón: ¡salvado!

Ya en el puesto de conductor y con el cinturón bien ajustado, activé el intermitente para salir. Este indicador junto con la palanca del cambio automático y los dos pedales, son los únicos mecanismos físicos supervivientes respecto a un coche normal. El resto es digital o sencillamente ha desaparecido. Pisé el acelerador y salí disparado…

El auto-móvil

El carné de coche será historia. Ya no conduciremos. Elon Musk ha dejado un volante para hacernos creer que dirigimos este bólido. Pero, olvídalo.

Ya no habrá talleres, porque ya no hay mantenimiento. No habrá gasolineras, ni siquiera eléctricas, porque será por inducción a lo largo de las carreteras. No pagaremos seguro porque, afortunadamente, ya no habrá accidentes. No utilizaremos aparcamientos, porque nadie tendrá que buscar un hueco. No te robarán el coche porque no arrancará.

Ya no habrá conductores, ni siquiera de tractores. Todo será remoto. No habrá taxistas, ni transportistas; solo vehículos no tripulados.

Bastará dar un clic en la app y la tableta con ruedas te recogerá en el punto y hora acordados.

No hará falta memorizar la plaza del parking en el centro comercial. Ya no perderé el coche en el aparcamiento del aeropuerto. No me confundiré de dirección por muy despistado que sea. De hecho, ya no habrá ni indicadores. Iniciamos la era del auto-móvil.

Devolvimos la unidad de prueba y desperté. Ya en la calle, saqué mis llaves del bolsillo, me puse el casco y accioné el contacto de la Honda Vision atmosférica. Por un momento pensé: ¿se salvará mi scooter de la disrupción de Musk?

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