Diario de Bali


Aterrizando

Llegamos a Bali el martes 14 de Junio de 2022. Había sido un viaje agotador; casi 24 horas de vuelo con dos escalas. Una en Doha, en un aeropuerto ultra moderno y recién estrenado, y otra en Yakarta, ya en Indonesia.

Pasar el control de pasaporte fue relativamente fácil. Lo habíamos preparado mucho y llevábamos todos los papeles en regla e impresos. Recogimos nuestras pesadas maletas y nos pusimos a andar al nuevo terminal de vuelos domésticos.

Ya dentro del edificio y pasado de nuevo el control, nos subimos a otro avión de camino a Bali. Aterrizamos el mismo martes a mediodía. Por las ventanas se veían los campos verdes y los tejados rojizos que indicaban lluvias abundantes.

En llegadas nos esperaba Gede, un conductor que organizamos a través del hotel para que nos recogiera y nos llevara a nuestro alojamiento temporal. No queríamos arriesgarnos a tener que organizarnos con las maletas y buscamos una comodidad que de otra forma nos hubiera costado lo mismo. Del aeropuerto al hotel nos cobró 250.000 IDR, que al cambio actual son unos 15€.

Gede nos preguntó durante el viaje qué nos hacía falta. Le indicamos que necesitábamos tarjetas SIM para así tener datos fuera de cobertura de wifi. Nos llevó a un puesto de venta fuera del recinto del aeropuerto y lo contratamos rápidamente a precios normales. 35GB nos costaron 25€, válidos durante 1 mes.

La primera impresión en Bali es que es un país muy ajetreado y visualmente caótico. El tráfico es increíble. Pero, increíble de verdad. Es tan tenso y caótico que crees que no puede ser. Hay miles de motos, conduciendo entre los coches con velocidad, pasando por los laterales sin inmutarse ni motoristas ni las personas que hubiera ahí. Se les veía muy habituados a este descontrol.

Más tarde aprendimos que en Indonesia la policía solo vigila que lleves casco, que no conduzcas una moto si eres menor de 17 años y que encima de la moto no vayan más de dos adultos. Eso sí, puedes ver familiar enteras en scooters pequeños. Ponen un niño delante de todo, luego va el padre, otro niño y, finalmente, cierra la hilera la madre. No siempre con casco y muchos llevan mascarillas, no sé si por Covid o por la contaminación. También se ven perros encima de las motos, que cuando están paradas, salten de la moto e inspeccionan el suelo. Nadie se pone nervioso.

Es un caos organizado, increíble sobre todo en los cruces. Tenía pensado alquilar una moto, pero al ver este follón pensé que no me atrevería. Ahora ya voy en moto.

Por fin llegamos al hotel. Había apenas 11km de distancia, pero nos llevó una hora. Durante el trayecto y con la nueva SIM ya instalada recibí mi primera llamada por telefonía IP. Era uno de nuestros clientes, que me daba su conformidad a la campaña. Hablamos como si estuviéramos al lado. La tecnología ha hecho posible que podamos estar a 12.500km sin darse cuenta nadie dónde estás realmente.

Foto: pan francés del local Warung Goûthé en Bali. Nada a envidiar de las panaderías buenas de Barcelona.

Descargamos las maletas y empezó a llover. Al no estar motorizados aún, cometimos la insensatez de andar por la carretera, de noche y sin alumbrado público. Suerte que me llevé el frontal. Teníamos hambre y había que cenar. Cuando llegamos, vimos el primer pan de Bali… Nos quedamos atónitos. Por un momento pensaba que había entrado en el Forn de Sant Josep…

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