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España es una democracia joven. Casi escribimos el año 2012 y, sin embargo, apenas treinta años separan las libertades actuales de una época llena de sufrimientos e injusticias. La Via Laietana, una larga calle de Barcelona que comunica el Ensanche con el Port Vell, se construyó a principios del siglo pasado, derribando más de dos mil casas. La idea de abrir una vía principal con el puerto y de paso controlar los alborotadores de las estrechas calles de Ciutat Vella –una idea todavía hoy fácil de imaginar –dio a la ciudad de Barcelona de aquellos años un nuevo aire. ¿Qué tendrá que ver todo esto con el Saüc pensará el lector? ¡Si sólo quiero saber si debo ir a comer o cenar ahí! Para los que no quieran seguir leyendo, decirles que el restaurante Saüc es un diez con matrícula. Su chef Xavier Franco y, en especial, su muy profesional equipo de sala hacen de este restaurante un lugar de obligada visita. Y, sigo con mi experiencia del Saüc.

Los edificios surgidos de la remodelación del acceso al puerto consistían en construcciones verticales de varios pisos de altura, todos mucho más altos que los palacetes medievales y construcciones de piedra que ocupaban hasta aquel entonces los más de siete hectáreas de extensión de la Vía Laietana. Las nuevas construcciones antaño modernas e inspiradas en el estilo arquitectónico de la Escuela de Chicago, no dejan de transmitirme una tenebrosa frialdad, ahora incluso acentuada por la grisácea pátina debido a la elevada polución. No invitan precisamente a entrar y menos pesando sobre ellos el recuerdo de las chekas y posteriores comisarías garantes de un orden lleno atropellos y sufrimientos inimaginables.
El hotel Ohla ocupa uno de esos edificios cercanos, conocido en la democracia reciente como la comisaría de Vilardel (sic) y, mucho antes, como los grandes almacenes textiles Casa Vilardell. He encontrado un vacío en la historia del edificio entre el cierre de los almacenes y el traslado de la comisaría ya en tiempos de la democracia. Probablemente sea mejor así.
En todo caso, la cadena hotelera Aqua Hoteles acometió una obra en profundidad y en lugar de ahuyentar los espíritus con un botafumeiro, optó por derribarlo completamente, dejando íntegra únicamente la fachada exterior. Los turistas adinerados –me imagino –atravesarán la entrada del ahora espléndido cinco estrellas sin conocimiento histórico alguno. En cambio, el simpatiquísimo concierge, por cierto con raíces familiares en Suiza, me recibió con amabilidad y al expresarle mis preocupaciones históricas, me las confirmó con una contagiosa sonrisa y necesario humor negro.
Ir al Saüc supone traspasar un lugar con más de cien años de prosperidad y miseria. Ahora convertido en lujo y sofisticado disfrute hotelero y gastronómico, aloja probablemente uno de los muy grandes chefs de nuestros tiempos. Me quedo con la filosofía de innovación de la Escuela de Chicago, con la prosperidad de un puerto comercial y ahora también crucerista, con los esfuerzos de Adolfo Suárez por instaurar un régimen democrático a partir del 76, con el tomate “cor de bou”, fresón, almendra tierna y su trufa de verano, la papada retocada, el pan de Daniel Jordà y el vino húngaro Tokaji Aszu 6 Puttonyos. Me quedo con la compañía de aquella noche mágica y nunca olvidaré la mirada de los cientos de ojos del mural de Frederic Amat en la fachada de la vieja comisaría Vilardel (sic).
Restaurante Saüc, c/Laietana 49 (Barcelona). Tf. 933 210 189
PD. Debes probar también el Gastrobar en el mismo hotel Ohla.
Gran apunt històric que quasi deixa el restaurant en segon lloc. M’ha encantat.
Salut!
Gràcies a tu Ricard! El Saüc es fantàstic! Salutacions, Philipp