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El cóctel ‘Palmera’ no lleva alcohol. Además, habían pasado varias horas desde que tomé una única copa de vino para almorzar. Sin embargo, sentado en una butaca de mimbre de Cala Banys, al mirar por la ventana hacia la removida cala, divisaba el orgulloso andar de un enorme pelícano. Su pelaje era gris como el pesado cielo de aquella tarde de Abril. Era fácil confundirlo con el nervioso oleaje de un mediterráneo plateado.

Por un momento me creía sentado en el jardín de Pablo Neruda en Isla Negra, junto al Pacífico, en el entorno intensamente natural de Valparaíso.
Por un momento me creía trasladado a la salvaje costa chilena, andando por la playa plagada de esos enormes pájaros del mar capaces de tragar agua salada y convertirla en agua dulce.
Miré mi cóctel dudando si podría ser la causa del déjà vu… Quizá mi garganta había convertido el zumo de piña en ron por una extraña metamorfosis.
Aparté la vista de la venta, observé el fuego de la chimenea y el humo que subía por la curiosa campana de cristal, miré al fondo de la barra y a los camareros que tenían la mirada perdida en el horizonte, me fregué los ojos y al abrirlos de nuevo, el pelícano salió volando convertido en gaviota.
No estaba en Isla Negra, sino en un insólito rincón de la Costa Brava antítesis del convulso Lloret de Mar. He vuelta a visitar Cala Banys, un oasis auténtico, extraordinario, preseservado, vintage y con encanto.
Bar Cala Banys, Cala Banys s/n (Lloret de Mar). Tf. +34 972 365 515